Como todos los años, los trabajadores de la construcción acudieron a los templos católicos para dar gracias en el Día de La Santa Cruz, que también es su día. Con cruces de madera decoradas con flores y listones, llegan para demostrar devoción.

El cura termina la misa y pide que quienes llevan su cruz se acerquen al altar para recibir la bendición. Reza y esparce agua bendita a quienes las llevan.

Antonio Yáñez, con 23 años dedicado a la construcción, arriba con su esposa e hija hasta el templo de La Cruz, sitio tradicional para los devotos.

“En lo personal, es una acción de gracias por todo el año de trabajo y es una forma de venir a cumplir con la tradición para agradecer”, indica.

Para él, “su cruz” no es pesada, pues es el sustento del hogar. “Desde que empecé con este oficio, que es muy bonito y poco valorado, le he tomado el gusto a todo. Desde pegar tabique, hacer mezcla. Desde chalán, hasta ahora que soy oficial”, afirma.

También ha experimentado momentos dramáticos, como el accidente de su suegro, quien le enseñó el oficio, y se fracturó tibia y peroné tras una caída.

Agrega que en su trabajo la actualización debe de ser constante, pues cada día se usan nuevos materiales y  técnicas.

Además de los trabajadores de la construcción, hay quienes llevan sus cruces al templo. La familia Reséndiz Jiménez, del barrio de San Francisquito, acude con sus cruces, algunas de más de 100 años, a bendecir.

Los hermanos José Eduviges, Nora, Remedios y Jaime Reséndiz Jiménez, muestran con orgullo las cruces centenarias que han estado en su familia por generaciones, en la capilla familiar.

José explica que las cruces datan de los tiempos de la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera, pues era un lugar de reunión religioso.

“En el tiempo de los cristeros hicieron esa capillita y se juntaban todos los de la zona: Carretas, San Francisquito, ahí juntaron las cruces. Con el tiempo se fueron quedando y por ello ahora somos los responsables de cuidarlas”, relata.

Jaime, en tanto, explica que el altar se protegió por instrucción de su madre, Juana Jiménez, que pidió que no se destapara nada y todo fue resguardado.

Especialistas han querido estudiar sus cruces, pero su mamá se negaba por temor que se las quitarán: “El gobierno nos propuso ayudar a arreglar la capilla, pero la teníamos que abrir al público. Al rato van a querer hacerlo sitio histórico; es una casa particular. Cuando podamos seguiremos arreglándola”, dice.

Nora recuerda que inclusive tienen varios testimonios de milagros que han experimentado devotos que acuden a ver las cruces de su capilla familiar.

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