Mientras unos cantaban, otros sólo mirando… Querétaro es un estado que, sin lugar a duda, cuenta con un acervo cultural muy importante, el cual está diseminado por toda su geografía. Y así lo podemos ver y disfrutar, por ejemplo, en todo el maravilloso arte popular que desde siempre se ha cultivado en estas tierras. Hay muchas y muy diversas manifestaciones culturales, en todas las ramas de lo que entendemos por arte, además de contar con unas tradiciones muy enraizadas en nuestra idiosincrasia que describen, muy nítidamente nuestra manera de ser en este mundo.

En el caso particular de la música, desde hace ya unas cuantas décadas, contamos con una orquesta filarmónica que, pese a todo, se ha ganado un lugar muy destacado en la vida cultural de todo el estado. Y digo, pese a todo, no por la calidad de sus músicos ni de su trabajo, sino porque las circunstancias materiales en las que desde hace años tienen que lidiar día a día, son cada vez peores.

Actualmente, nuestra orquesta está y se mantiene por el esfuerzo de todos sus músicos y de un director titular, que después de hacer un gran esfuerzo personal y profesional para dar seguimiento al proyecto que lo trajo a estas tierras, se ha cansado de que las cosas a nivel administrativo no sólo no mejoren, sino que más bien se deterioren y, en un rasgo de valentía y pundonor profesional, el próximo 31 de diciembre, dejará vacante la titularidad de la orquesta.

Es evidente que la administración de la OFEQ, encabezada por Rolando García, está muy por debajo de lo que se espera de ellos. Los problemas de la orquesta a nivel administrativo no dejan de acumularse y de crecer día a día, siendo las soluciones aún inexistentes, lo cual es, por lo menos, asombroso.

Las razones de esta dimisión ya son del dominio público, y pueden resumirse en que el maestro Ludwig Carrasco fue contratado bajo unas condiciones determinadas, para cumplir un proyecto artístico muy ambicioso, que buscaba no sólo consolidar a la filarmónica como una orquesta de referencia nacional, sino -y esto es fundamental-, impactar en la sociedad de las más diversas maneras.

No se trata solamente de dar conciertos, sino de buscar y atraer a la gente de todo el estado para que se apropie de su orquesta; se trata de hacer dignas las condiciones de trabajo de cada uno de los músicos, de tomar conciencia de que una orquesta sinfónica es un agente cultural potentísimo que puede detonar muchas cosas realmente maravillosas, dentro de nuestra sociedad y dejar de utilizarla para el relumbrón y el lucimiento de unos pocos.

Ludwig Carrasco, además de ser un músico de primera categoría, es un hombre culto y muy inteligente, que sabe muy bien que los años de dictadura desde el pódium se han terminado. Su proyecto daba la dignidad y peso que deben tener los músicos en una orquesta moderna. Las orquestas actualmente ya no tienen apellido, ya no son de nadie, no son propiedad de ningún divo, son, en primer lugar, de la sociedad que acude a sus conciertos y a las actividades por ella propuesta, y son de cada uno de los músicos que día a día la construyen. El papel que tiene que desempeñar la administración, es poner los medios materiales para que esto sea posible. Habitualmente, la cabeza de un patronato de este tipo suele ser lo que se llama un prohombre distinguido de la sociedad, que debido a su experiencia y preeminencia tienen la posibilidad de encabezar a un grupo de personas que muchas veces regalan su tiempo para que la institución cultural en cuestión tenga los medios tanto económicos como administrativos para existir.

Es evidente que en la actualidad esto no es así, con lo que tenemos un grupo de músicos profesionales, todos de muy alto nivel, un director musical igualmente brillante, bien formado, con una carrera prometedora y ganas de apostar por la orquesta, pero el círculo no termina de cerrarse porque la administración no sólo no cumple su papel, sino que más bien acumula problemas que se añejan y ponen en grave riesgo a la orquesta, que es percibida por más de uno, como una fuente de innumerables problemas, percepción evidentemente injusta con los músicos que actualmente son los que peor lo están pasando.

El primero de enero del año próximo quizás haya un nuevo titular, nadie lo sabe. Por el mundo corren muchos y tantos candidatos. Algunos incluso se autodefinen casi como directos descendientes de Quetzalcóatl, supuestamente adiestrados en los más absolutos secretos de la dirección de orquesta. Y en este punto, es cuando es imposible dejar de pensar: si ya se contaba con un espléndido director titular, ¿hacía falta hacerlo tan rematadamente mal a nivel administrativo, como para que este decidiera irse? En esta vida las oportunidades son escasas, y Querétaro está dejando pasar una enorme, espero que una nueva llegue y no tengamos que arrepentirnos de esto, porque entonces, la incompetencia de unos las van a pagar muchos.

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