En el recién inaugurado Museo de Sitio del Templo de Santa Rosa de Viterbo se exhiben objetos que pertenecían a las Madres Rosas, últimas religiosas de dicho claustro, como un pequeño cazo de cobre labrado del siglo XIX, el mayor patrimonio de las monjas, pues ahí elaboraban dulces, y la venta de tales delicias les permitía vivir.
“El cazo era quien les daba de comer, decían ellas, incluso se lo turnaban para que estuviera en funcionamiento todo el tiempo, ahí ellas elaborando sus platillos tradicionales”, cuenta a EL UNIVERSAL Querétaro Antonio Padro Moreno, quien donó este objeto y otros artículos al nuevo museo, además de ser el guardián del Museo Comunitario de Colón, donde se exhibe el resto de las pertenencias de las Madres Rosas.
Entre los artículos que dejaron, destaca un recetario de 32 productos, rompope y los dulces cristalizados de calabaza, chilacayote y guamiche, “todas las frutas de la sierra que ellas conseguían las elaboraban para vender”.
Otros documentos, como el listado de la toma de hábitos, que redactaban con perfecta caligrafía, también forman parte de esta exhibición que se conjuga con obras de arte ya existes en Santa Rosa de Viterbo, en donde llama la atención el famoso retrato de Sor Ana María de Francisco y Neve, conocida como La Mona Lisa mexicana, la cual tiene su propia historia, a modo de leyenda.
“Está el libro de las constituciones, que habla de la toma de hábitos y de la muerte de cada una de ellas. También hay documentos en los que se cuenta la historia de su expulsión de Santa Rosa de Viterbo, las penurias que sufrieron sobre la montaña del Zamorano, donde dicen que tenían que dormir entre las nopaleras, con pencas de maguey poniéndoselas como cabecera, incluso bajo la lluvia, porque eran perseguidas por el ejército”, explica don Antonio.
La historia de Santa Rosa de Viterbo inició con el interés de varias jovencitas radicadas en Querétaro por consagrar su vida a Dios, así surge la necesidad de hacer un beaterio en el cual pudieran congregarse y crean el Colegio de Santa Rosa de Viterbo, pero con las Leyes de Reforma tuvieron que dejar el claustro, dispersarse por varios caminos, sobrevivir en diversos hogares y casi en el anonimato.
“Algunas llegan al municipio de Tolimán, pero tuvieron que huir porque estaba ahí el ejército, donde ellas vivían, entonces buscaron el lugar más seguro y deciden irse a Colón, llegaron el 15 de septiembre de 1869, estuvieron más de 100 años en Colón, hasta 1987, cuando muere la última rosa, la Madre Paz”.
En Colón tomaron una casa como su convento, pero el conflicto de la Guerra Cristera les impidió invitar a nuevas jovencitas a tomar los hábitos y hacer crecer su comunidad, así se fueron extinguiendo las rosas.
“La última toma de hábito de una rosa fue en 1918, por la Guerra Cristera, que fue muy intensa en Colón, ya no tuvieron la oportunidad de hacer nuevas tomas de hábitos, fue muy fuerte la situación entre gobierno e iglesia, sobre todo en este municipio, así que ellas vivieron casi escondidas”, detalla.
A la muerte de la última rosa, la madre María de la Paz, la familia encargada de su cuidado se resguardó sus pertenencias, y a la muerte de los integrantes de esta familia, es don Antonio quien toma la responsabilidad de cuidar los objetos, pero también de abrir espacios de exhibición e investigación de los documentos que dejaron.
“Yo no soy historiador, pero me gusta mucho el tema, y antes de morir don Lupe Moreno, me pide que me haga cargo de esa labor, así recibí todas las reliquias que ellas guardaban y las estuve poniendo a disposición de instituciones como la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), con los doctores en historia, para que los estudiantes pudieran hacer investigaciones sobre estos trabajos”.
De ahí surgió el libro “Ciclo de vida de un espinoso rosal”, de Rosa María Cabrera Ruiz, y la tesis “Una opción de vida para las mujeres del beaterio de Santa Rosa de Viterbo, pobreza, esplendor y migración, 1728 – 1870”, de Perla María Silva Martínez, para el grado de maestro de estudios históricos de la UAQ, sin embargo, dice don Antonio, todavía hay mucho por estudiar de las Madres Rosas.