Alguna vez le pregunté a Arnoldo, cómo podía ser tan buena como los escritores que daban su opinión sobre temáticas políticas y sociales, en los periódicos que el suele leer. Me dijo que tenía que encontrar mi voz, así como existe mi voz en cuentos y novela, estaba la voz que le daba fuerza a mis creencias.
Hoy mi amiga Victoria compartió en el grupo de WhatsApp, en el que participamos tres mujeres, una imagen que decía textualmente: “#Descubren #cuerpo #sin #vida de la bióloga Nora López León, originaria de Tuxtla Gtz. Norma era la encargada del proyecto de reproducción de la guacamaya roja en Eco Parque Aluxes en Palenque, Chiapas. #QEPD Extraoficial: Presuntamente fue asesinada. Se espera informe oficial de la Fiscalía del Distrito. Fue hallada en un hotel tramo carretero Palenque–Ocosingo”.
Enseguida vino la pregunta: “¿Si hubiera sido yo, qué harían?” Sentí que el corazón me dio un vuelco. Y en la inmensidad de las sábanas, contemplé el techo de mi habitación mientras me apuntaba en los dedos: Es real, está pasando y entre más cercanos escuchas los pasos, el olor a sangre traspasa la puerta. “No digas eso ni en broma, eso no te va a pasar a ti, eso no nos va a pasar a nosotras”, contestó Esther.
¿Por qué?, ¿por qué a nosotras no nos pasaría nada?, ¿por nuestros buenos deseos?, ¿por encomendarnos a Dios?, ¿tenemos alguna especie de poder para que no terminemos muertos haciendo nuestro trabajo? Y los que tienen algún poder, ¿están a salvo de la maldad? Todos estamos expuestos a la crueldad. Somos indiferentes al dolor, porque es una estrategia de supervivencia que funciona, sentir compasión y empatía, parecen ser características que a la mayoría de los seres humanos no nos vienen bien, resultan ser inoportunas ¿Por qué? Porque a nadie le gusta analizar el contexto en el que se desenvuelve el dolor. Sentenciamos que el dolor es un escenario que debe evitarse. Probablemente es porque estamos cansados de salir a la calle y encontrarnos con el mismo escenario todos los días, por ejemplo, hablo por mí:
Voy a cargar gasolina, aquí en Querétaro el litro de la Premium varía entre los $19.80 y $19.99. Lleno el tanque, pido factura, salgo e inmediatamente me toca un alto. Se acercan a mi auto lo que ya he llamado “Lo habitual”, que puede ser cualquiera de los siguientes personajes:
a) Un niño pequeño de no más de ocho años vendiendo mazapanes o pidiendo una moneda. Debajo del semáforo, probablemente su mamá o hermana mayor carga un bebé mientras realizan malabares con la cara pintada.
b) Un adulto mayor indígena pidiendo dinero con un vasito en la mano.
c) Un adulto mayor en silla de ruedas pidiendo dinero con receta en mano para sus medicamentos.
d) Migrantes de todas las edades mostrando sus banderas de tela o dibujadas en cartulina, mostrando sus identificaciones de El Salvador, Honduras, Nicaragua, etc. Pidiendo agua o comida.
e) Jóvenes haciendo algún acto entretenido, para posteriormente pedir una cooperación por el mismo.
Me detengo a ver si tengo cambio, tengo cinco pesos, mi primer pensamiento es repartir un peso a cada uno, el pensamiento que lo secunda es no repartir nada. Debo aceptar que no repartir es la opción que elijo más seguido, porque no quiero pensar, porque quiero evitar el dolor.
No quiero pensar que los niños son explotados y que la moneda que doy sólo aporta al explotador, no quiero pensar que las mujeres pueden estar siendo obligadas a pedir dinero por un tratante de blancas y que, igualmente, la moneda para en el bolsillo del agresor, no quiero pensar que la moneda será utilizada para alimentar un vicio. Elijo ser ajena al contexto.
Actualmente existen un par de personajes que no encuentro de manera frecuente, pero que cuando coincidimos, doy la ayuda que procuro traer siempre en mi auto: un sándwich y una bolsita de croquetas. Hace algunas semanas en diferentes puntos de la ciudad coincido con un señor y un perrito, el señor se acerca a los autos para pedir dinero y el perrito está sentado en la banqueta observando el escenario. No me he detenido a pensar si mi afecto por los animales tiene algo que ver con mi carrera, pero ya lo dijo Friedrich Nietzche en Así habló Zaratustra “¡Qué los animales sean mis guías! Porque en ellos existe toda bondad y toda ternura”. Y así es.
La maldad es inherente al ser humano.
Los animales son tratados como seres indolentes e inferiores. Son vistos como si estuvieran hechos para satisfacer nuestras carencias y traumas, total son animales y ellos no entienden ni sienten nada. Pensamiento que es bastante común en nuestra sociedad y el cual considero aberrante y primitivo. El ser humano no es empático, porque así lo prefiere, con sus semejantes. Realmente es mucho pedir que lo sea con una especie que considera inferior.
Estudié Biología, al igual que Esther y Victoria, así que retomando lo que ella compartió al grupo, debo aceptar con cierto bochorno que esa noticia me afectó más que las noticias que leo o escucho a diario. ¿Por qué? Por miedo. Y este es un miedo del cual no podemos escapar. Una vez le pregunté a Arnoldo, que cuál era su miedo más grande y me contestó “Me da miedo que pueda pasarle algo malo, muy malo a las personas que amo”. Coincido con Arnoldo. Tuve miedo por Victoria, porque así como la bióloga Norma asesinada en Chiapas, su trabajo era preservar una especie vulnerable como lo es la guacamaya, preservar lo que a nadie le interesa, respetar y hacer respetar a las especies en peligro de extinción, Victoria hace lo mismo con las tortugas marinas. Victoria y Norma tienen algo en común: su voz. Y aquella voz es la voz de especies que no pueden hablar por sí mismas, que no pueden protegerse del ambiente en el que viven, para ellas, para nosotras esa voz es importante, porque es la voz de la vida.
“Te encontraría, siempre te encontraría. Nadie ni nada va a obligarme a olvidarte”, fue la promesa tierna que hizo Esther. Cito la conversación:
Victoria: —¡Quiero saber! Necesito saber ¿Qué pasaría si fuera yo?
Teté: —La policía tiene la obligación de encontrar a los culpables y hacer que paguen. ONANP y SERMARNAT tienen la obligación de protegerte, de darte condiciones seguras, ¡Trabajas en cuidar a las especies! ¡Ellos deben de cuidarte a ti!
Victoria: —Sabes que no es así, que nos exponen y recortan presupuesto. ¿Y si ellos no te hacen caso Teté? Si las autoridades y mis empleadores determinan que no es su responsabilidad porque mi desaparición no fue en horas laborables, detendrían la investigación, como es lo que seguramente pasará con el caso de la biol. Norma.
Teté: —Pues a mí nadie me mueve hasta que haya justicia. Me voy a los medios de comunicación, no dejo de hacer ruido, hasta que hagan algo.
Victoria: —Y si aun así, haciendo todo lo que dices ¿Siguen ignorándome?
Teté: —Lo busco yo. De alguna forma lo hemos de encontrar, todos somos localizables.
Victoria: —¿Y si fuera una autoridad o alguien con mucho poder quien me asesinó y lo estuvieran protegiendo?
Teté: —Seguro tiene familia. La suya por la mía.
Victoria: —Violencia genera violencia.
Teté: —Pues lo justifico, nadie tiene derecho a quitarle la vida a otra persona, pero cuando tú decides tomar la vida de alguien hay que afrontar las consecuencias. Pagar el mismo precio.
Victoria: —Pero entonces te convertirías en lo que repudias.
Teté: —Llega un punto en el que eso ya es lo de menos.
Victoria: —La sociedad te diría que no es la forma de hacerlo, que te falta educación, que así no se resuelven las cosas, que hay otros medios para lograrlo, a pesar de que tú ya lo hayas hecho por los medios legales. ¿Qué harías? ¿Cómo te sentirías? La familia del asesino no es culpable de las acciones y tu mancharías tus manos y tu vida, por tratar de vengarme y ahí se acaba tu libertad.
Teté: —Si estuviera en esa situación y fueras tú el muerto o cualquiera de las personas que amo, no me va a importar lo que diga la sociedad siempre y cuando yo sienta que pude al menos darle un escarmiento a la persona que te hizo daño. Cuando los que hacen ruido son las personas directamente afectadas, puedes ver su dolor, puedes entender que los hechos los abruman, que no encuentran salida y esa es la única manera que tienen de buscar justicia.
Victoria: —Me queda claro lo mucho que me quieres, Teté. Me reconforta saber que alguien alzaría la voz por mí si yo no estuviera y fuera parte de las estadísticas de muertes diarias, sólo un número más, igual que todas las muertes y violaciones que siguen pasando. Me quedo tranquila de saber que aunque la sociedad las señalara por no seguir los métodos convencionales para exigir justicia, ustedes seguirían luchando, para que mi muerte no sea en vano y mi voz sea escuchada.
La voz de Victoria es la de cada especie vulnerable que vemos a diario, su labor no sólo es noble y de admirarse, está llena de amor y fuerza.
Hoy seamos la voz de todas, de todos, no importando raza o especie, que ya no pueden gritar más.
Mi voz, son mis letras.