La librería El Laberinto había sido un referente para quienes buscaban un libro con características especiales. Los intensos lectores además de llevarse un gran texto, encontraban nuevas amistades y a veces hasta romance, no solo literario, sino literal. Pero el confinamiento por el Covid-19 actuó para que este espacio, como muchos otros negocios, cerrara sus puertas permanentemente.
Luis Gerardo Vega, copropietario de El Laberinto, observa los estantes vacíos y otros que poco a poco van adelgazando. El polvo pareciera ser el confidente de este cierre. Vega conversa con EL UNIVERSAL Querétaro mientras pasa una franela sobre un libro, en cuya portada se alcanza a leer un fragmento del título “A better future for…” (un mejor futuro). El librero dice que esta aventura ha sido toda una experiencia. El Laberinto había sido un referente para la búsqueda de publicaciones especiales, además de libros de línea recientes de los autores conocidos y de los clásicos.
¿Qué será de los lectores?
Hay varias opciones en lapsos en la ciudad, pocas pero hay opciones, y nosotros seguiremos funcionando en línea (...) —dice Vega mientras se le quiebra la voz—. También hay las grandes cadenas (de librerías), pero no las recomiendo mucho, recomendaría que fueran a las de usado incluso, a los esfuerzos del libro no comercial y que nos sigan buscando en línea.
¿El Laberinto es un paciente del Covid-19?
Creo que a los pequeños empresarios les dio más fuerte, no hay quien se salve. Es decir, a unos en mayor y otros en menor medida, pero nadie salió ileso de esto. Hace poco escribí una reflexión en redes sociales sobre que no estaba el juego solamente protegernos de un virus, sino también de desarrollarnos como una sociedad, sobre los cambios y que no sería fácil. No sabemos hacia dónde va a llegar, porque esto aún no termina, es una situación inédita y de proporciones que no sabemos.
La cultura fue de las áreas más afectadas. ¿Falló el Estado en el momento en que cerró a la cultura la posibilidad de ser un vinculante para aminorar la pandemia?
La verdad es que el Estado ha fallado en todo (ríe). Al Estado nunca le ha importado la cultura ni le importa la salud, aunque ahora ya le ha entrado a este asunto, (si le importara) tendría otras políticas de salud. Es un Estado fallido de todas formas. Todos estos esfuerzos (culturales) son de pequeños locos que quieren seguir haciendo cosas. Los artistas, los libreros, los que tenemos unos oficios que son vistos como en desuso no tenemos una cabida en lo oficial, no esperábamos nada del Estado, el Estado no existe.
Lo que viene para El Laberinto será la readaptación a través de la venta en línea. Para Vega “no es algo que me parezca ideal porque el oficio del librero tiene que ver, más allá de la venta, con el encuentro.
El librero es alguien que sirve de enlace, para ponerlo en términos poéticos, enlaza dos almas: la del lector y la del escritor, que probablemente no se conocen y por medio del librero llegan a tener un vínculo. Probablemente en vínculo no sea solamente entre dos, sino entre tres o más personas y eso es lo bonito del oficio del librero, tener un espacio de encuentro. No es la venta per sé, por qué si ese fuera el objetivo último venderíamos algo que fuera más redituable”.
Mientras llena cajas de cartón continúa la charla. “El oficio del librero tiene que ver con ser curador, porque lo que hay aquí en la librería, alguien lo selecciona, implica diseñar un espacio, leer mucho, establecer relaciones fructíferas con tus visitantes, etc”.
El libro como objeto sigue vigente, indica Vega. “Sigue tan vigente que se sigue comprando incluso en línea. Como ejemplo: la tienda virtual más grande del mundo, que es Amazon, no vende libros digitales, la mayor parte de lo que vende son libros físicos. El libro tiene un lugar muy importante, muy fuerte muy adaptado, indispensable”.
Sin embargo, Gerardo atiza que “lo que está en riesgo es el oficio. Es decir, el libro seguirá vendiéndose como sea, por trueque incluso, en línea, en pequeñas librerías o en grandes librerías. Lo que está en riesgo es que tanto el anticuario, empresario de un café cultural o el librero que cierra son los oficios que se están perdiendo. Ésa es la transformación que está pasando. Lo que se pierde es la experiencia, la vocación”.
Optimista, Luis plantea que tratarán de regresar de alguna manera, tal vez más cercana y más económica y avisora que el mercado será diferente en los próximos años.
“Trataremos de regresar y hasta el momento ha sido una experiencia maravillosa porque aquí he encontrado amigos, algunos se volvieron amigos entre ellos gracias a que se conocieron acá en la librería. Esa relación no te la ofrece una cadena o en la venta en línea. Tú compras y ya. El hecho de venir y platicar conmigo y alguien le recomienda alguien más. Así se van tejiendo redes de personas que tienen intereses comunes y que se vuelven amistad en el mejor de los casos. Y eso es lo que más me dejó este lugar. Así quisiera verlo yo, como un espacio donde hice muchos amigos, entre los libros que leí y los amigos que hice, porque el libro también es amigo”.
Gerardo sigue empacando ejemplares, que se van revolviendo con autores de diferentes épocas. Ahí se ve un texto de Calderón no de la Barca, sino Hinojosa compartiendo caja con Trevor Williams y Gabriel Bernal Granados. Un catálogo de José Fors está listo para viajar junto con Mariguana para principiantes, una revista dibujada por Hernández. Así se van alistando para una travesía. Pero la cuenta de Facebook Laberinto Librería y el correo electrónico laberintolib@hotmail.com serán los puntos de encuentro para reencontrarse con la lectura.