Hace más de 75 años, cuando el Mercado Escobedo se encontraba ubicado en la plazuela Constitución, nació La Vencedora, una de las panaderías más antiguas de la ciudad, que a través del sabor ha preservado durante décadas su tradición, en la memoria de los queretanos.
Como muchas otras panaderías, en estas fechas sus hornos se mantienen calientes durante más tiempo, pues las familias se aglomeran en su establecimiento desde temprano, hasta el 6 de enero, para llevarse a casa una de sus características Roscas de Reyes.
Margarita Téllez Girón, una de las herederas de esta rica tradición y propietaria del establecimiento, cuenta que la receta original de este típico bollo elaborado con masa dulce se ha ido modificando con el tiempo, “porque cambian las harinas, las mantequillas… y hasta el huevo cambia”, y entre risas decide no revelar el secreto del típico sabor de sus creaciones.
“Nuestro pan es muy tradicional, muy a la antigua, nada de que rellenas de nata, y de quien sabe qué tantas cosas (…) Antes se le ponían otros ingredientes, como chocolates envueltos en papel de estaño para dar mayor realce, pero todo ha ido cambiando por los costos también”, recuerda Margarita, quien expresa sentirse orgullosa por contribuir, junto con su familia, a mantener viva esta costumbre de reunirse en familia para recordar cuando José y la Virgen María escondieron al niño Jesús del Rey Herodes.
Roscas artesanales
En la parte trasera de La Vencedora, cuatro panaderos se hacen cargo del amasijo. Durante esta temporada llegan a elaborar hasta 200 roscas de diferentes tamaños, cuyo costo de cada una oscila entre los 80 y 400 pesos.
“Toda nuestra panadería es artesanal porque se hace pieza por pieza”, asegura Margarita, quien es la encargada de despachar a los que llegan preguntando por los precios, mientras los artesanos del pan, coordinados por su sobrino, Rafael Hernández Téllez Girón, preparan la masa, la recortan, la moldean, la dejan fermentar; después la untan, la adornan y la dejan reposar de nuevo antes de meterla a cocer al horno.
“La decoración requiere mucho tiempo y paciencia”, destaca Hernández, quien explica que para la masa, además de harina blanca, azúcar, agua, huevo y mantequilla, utilizan canela o agua de azahar para darle más sabor.
Luego de preparar la mezcla y de dejarla reposar de 10 a 20 minutos, enroscan la masa al tiempo que introducen los famosos muñequitos del Niño Dios, cuya figura dentro de las rebanadas anuncia a los incautos que les tocarán los tamales y el atole el Día de la Candelaria.
Ya casi para terminar, los panaderos adornan con gran diligencia la superficie del bollo, utilizando para ello ates naturales traídos desde la Ciudad de México; higos en almíbar, cerezas rojas y verdes que son colocadas sobre una cama especial de azúcar, parecida a la textura dulce de las conchas.
Durante cerca de 30 minutos se meten al horno, impregnando todo el recinto con su característico aroma dulce, que para los Téllez Girón, también recuerda a los abuelos Concepción y Dionisio, fundadores de este negocio familiar en cuyos hornos este pan de temporada lleva cociéndose más de siete décadas.
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