Desde temprana hora y a la antigua usanza, el pintor jalisciense Salvador Pérez decidió enclavarse en la calle 16 de septiembre para tener una magnífica vista de la iglesia de Santiago, con la luz del amanecer.
Son las ocho de la mañana y el caballete sostiene el bastidor rígido, un ciclista, luego una persona de limpia y otro curioso se van sumando al catálogo de observadores que ven trabajar al pintor.
La pintura al aire libre, como los paisajistas del siglo XIX y principios del XX, los que se acercan descubren la obra que interpreta una vista queretana de las calles al amanecer.
El pintor, autodefinido como un trotamundos, comenzó su carrera en 1975, cuando estudió en la escuela de Bellas Artes de París, Francia. A partir de ahí se ha dedicado a retratar los paisajes del país y pertenece a la escuela tradicional de pintor In Sitú. Una tradición que han retomado los urban sketchers que si bien también realizan obras pictóricas, recuperan en el dibujo una manera de reinterpretar el mundo.
Al final del día, Salvador Pérez se lleva un trozo del Centro Histórico de la ciudad colonial.