Segunda parte

Si hacemos la suma de todas las mujeres respondiendo a cada pregunta que publicamos la semana pasada, tenemos a la variedad de las que se manifestaron y otras tantas más. Por supuesto que no me olvido de que yo también soy mujer, pero primero soy un ser humano. No es que tengamos que exigir que se respeten nuestros derechos por ser mujeres; en mi opinión los derechos individuales deben respetarse por el simple hecho de que todos somos seres humanos y requerimos hacer uso de las leyes para la mejor convivencia en la sociedad. Nadie tiene derechos por encima del otro. Es una cuestión básica: no hagas a otros lo que no quieras para ti.

Reconozco que no tengo las respuestas a las preguntas, pero sí creo que muchas mujeres en la actualidad se han esforzado por vivir dignamente, independientemente del rol, profesión o actividad que realicen; mujeres que son productivas y que construyen hogares amorosos educando a sus hijos e hijas para ser personas de bien; y hay otras que son independientes, que a su manera participan estando al servicio, no importando el estrato social al que pertenezcan. Mujeres que no sienten la necesidad de manifestarse de tal manera en público, porque eso quiere decir que, desde casa, desde la familia, están haciendo su parte; están ocupándose responsablemente de sus vidas, construyendo un camino sólido para que socialmente tengan el lugar que merecen, no necesitan salir a la calle a gritar y a ensombrecer una causa que muchas veces ni siquiera es propia.

La Madre Teresa de Calcuta decía que si las protestas no son en “favor de”; no tiene sentido hacer una manifestación, porque ir “en contra de”, sólo es tener más de lo mismo. Por ejemplo, una marcha “en contra de la guerra”, no es lo mismo que una marcha “en favor de la paz”. Decía que se debe pronunciar a partir de lo algo que sea positivo y que si construya el bienestar social, no sólo quejarnos sin proponer soluciones.

En lo particular, creo que las manifestaciones “en contra de la violencia de género” seguirán mientras no cambiemos el enfoque hacia lo que genéricamente buscamos. Comenzar por nosotras mismas como mujeres… ¿Qué lugar quiero tener en mi familia, como hija, hermana, esposa, madre, empleada, empresaria, educadora?, ¿cómo pretendemos buscar un lugar en la sociedad, si a veces ni siquiera podemos dárnoslo nosotras mismas?

Un conocido de un lejano país en la región de Dalmacia, me hizo un comentario a partir de un artículo de mi autoría que le compartí con la temática de la libertad. Me dijo: “Qué privilegiada eres tú, que en tu país te permiten expresar tus ideas y pensamientos sin restricción… ¿te has puesto a pensar cuántas mujeres en medio oriente, tal vez piensen lo mismo que tú y no lo pueden expresar de ninguna manera porque se les castiga, son perseguidas o mueren por ello?” Valoré muchísimo su comentario y me motivó aún mas a seguir escribiendo y a la vez sentí compasión por todas aquellas mujeres que necesitan ser escuchadas y que las leyes de su propio país van en contra de ello, manteniendo una sociedad retrógrada aún en nuestros días.

Mujeres, no abusemos de nuestros derechos, no manchemos lo que a otras mujeres en peores circunstancias históricas les ha costado tanto trabajo construir con el paso de siglos, y que al momento nos han heredado, pagando un precio muy alto incluso con sus vidas. Tampoco busquemos “estar por encima” del género masculino. Somos diferentes por principio de cuentas. Nada nos da el derecho de pasar encima de la vida y de los intereses de los demás, seamos hombres o mujeres. Es una cuestión de respeto al ser humano. Sembremos semillas de valores positivos en las futuras generaciones. Hay que aprender a dar exactamente lo que queremos recibir.

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