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“Las almas de los niños son los herederos de la memoria histórica de las generaciones anteriores”,
Hayao Miyazaki
Hablando de películas, nos habremos encontrado con diversos juicios con respecto al cine de animación, pero principalmente con la opinión clásica: que es algo dirigido para niños. Si se conserva la idea de que la única imagen animada la puede producir Disney entonces sí, posiblemente los adultos no tengan mucho interés en introducirse a este tipo de cine. Sin embargo, no hace falta ir muy lejos para encontrar cintas animadas que despierten el interés de un espectador que ya haya dejado de jugar con muñecas y figuras de acción.
Este es el caso de Studio Ghibli, un estudio japonés de animación fundado en 1985 por Hayao Miyazaki, Isao Takahata, Toshio Suzuki y Yasuyoshi Tokuma. Entre ellos y varias personas más, han producido películas que han tenido un éxito inigualable y que han conseguido ser nominadas e incluso ganadoras de importantes premios en Japón, Venecia, Tokio e infinidad más, llegando incluso a los Oscares. Actualmente, varios de estos filmes se encuentran ya en plataformas como Netflix.
Pero aún más impresionante que el éxito que han obtenido, son los temas en los que dichos filmes se centran y la forma en la que tocan el alma del espectador, sin importar la edad ni los gustos. Casos son el de Se Levanta el Viento (Kaze Tachinu, Hayao Miyazaki, 2013) o Porco Rosso (Kurenai no buta, Hayao Miyazaki, 1992), que reflejan el gusto del director por las máquinas voladoras y mezclan realidad con fantasía: animales que hablan y vuelan aviones, pero que a la vez lidian con enemigos y guerras. Estas últimas son una temática recurrente en varias de estas obras, generalmente encontrándose en disputa frente a la naturaleza. El humano condenando su entorno a causa de su codicia, de su hambre de guerra y de poder.
Ahí es donde nacen nuestros héroes y heroínas, a veces salvando el día y en otras ocasiones aprendiendo de sus errores; siempre encontrándose en situaciones y conflictos que no sólo ponen a prueba su valentía, sino que también sus valores, principios e incluso sus raíces. En La Princesa Mononoke (Mononoke Hime, Hayao Miyazaki, 1997) conocemos una variedad de personajes, unos ambiciosos de poder y otros dispuestos a defender el mundo natural y espiritual a toda costa; y en El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, Hayao Miyazaki, 2001) vemos el valor que la pequeña protagonista tiene que adoptar por amor a su familia.
En general, la mayoría de las obras de Studio Ghibli está inundadas de mundos fantásticos y místicos, ya sea con brujas como en Kiki: Entregas a domicilio (Majo no Takkybin, Hayao Miyazaki, 1989) o con magos como en El Increíble Castillo Vagabundo (Howl no Ugoku Shiro, Hayao Miyazaki, 2004). También nos presentan una variedad de personajes de todas edades y personalidades, y es una de las cosas que considero más bellas de las obras de Studio Ghibli: las historias no giran entorno al clásico hombre que salva a todos y se queda con la princesa, sino que las niñas son las heroínas de sus historias y las brujas son las poderosas enemigas.
Estas cintas siempre nos mostrarán el lado más vulnerable del villano y lo más frío de los héroes. Las tramas recorren personajes que tienen una historia que contar, que poseen miedos e inseguridades. Siempre están en la búsqueda de su esencia. Al final, la pureza de sentimientos y el amor de los personajes son aquellas cosas que los hacen salir de sus encierros, romper los hechizos, aprender y crecer.
No cabe duda que Studio Ghibli nos da una extensa variedad de obras, personajes y situaciones que nos ponen a pensar sobre la humanidad y sus valores. Tienen elementos que pueden resultarnos los más puros y tiernos, así como los más crudos y reales de la naturaleza humana. Y de entre todos sus mensajes, nos deja uno en especial: el amor sincero lo puede todo. Sin importar si eres niño o adulto, las animaciones, las melodías y las historias viajarán de la pantalla y tocarán tu alma de una manera distinta al cine de animación que conocías.