Cuando la Reina Isabel II visitó Oaxaca, año 1975, se hizo de una nueva amiga, la experta en arte popular mexicano Luz Elena Cervantes Contreras, quien se ganó la confianza de la monarca. Sin protocolo de por medio, la reina le habló a Luz Elena de la familia real, le pidió consejos sobre qué regalos llevar, y al despedirse le dijo que la llamara cuando fuera a Inglaterra, para tomar juntas el té, cita que nunca se realizó. El día de ayer se anunció la muerte de la reina Isabel II, a la edad de 96 años.
La historia de este encuentro, Luz Elena la compartió con EL UNIVERSAL Querétaro en 2019, cuando en el Centro de Arte (CEART) de Querétaro se inauguró la Sala de Arte Popular Mexicano, con una colección formada por la misma Luz Elena, que donó a la Secretaría de Cultura del Estado de Querétaro.
Dicha colección, de más de mil 500 piezas, Cervantes Contreras la logró reunir durante los años en los que trabajó en el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (FONART); recorrió las embajadas promoviendo el arte popular mexicano, además tomó el cargo de agregada cultural y comercial en la Embajada de México en Rumania.
Cuando la reina Isabel II visitó Oaxaca, Luz Elena recibió la encomienda de montar, en sólo dos horas, una tienda con artesanías de la zona para que su majestad comprara a su antojo.
“La reina y el príncipe Felipe estuvieron en Oaxaca, y me pidieron que les armara una tienda en el mismo lugar donde habían tenido su desayuno, mientras que Tonatiuh Gutiérrez, quien era mi jefe, los llevaba a pasear por la ciudad de Oaxaca. En dos horas tuve que montar una tienda para que cuando regresaran estuviera lista. Les hice toda una exposición, estaba acabando de acomodar las cosas, fui al baño a lavarme las manos y el secretario de la reina se puso furioso: ‘¿Cómo puede usted lavarse las manos en un lugar designado para la reina? Ahora hay que desinfectar’”.
Como Luz Elena es experta en el tema y sabía hablar inglés, le pidieron que se quedara en la sala para que explicara a detalle las piezas expuestas.
“Ella quería comprar algunas de las cosas, pero no sabía qué, me decía: ¿Qué le puedo llevar a mi hija? Le propuse que fuera un huipil. Y ella dijo: ‘¡Pero eso se le va a ver como hippie, no quiero que se vea hippie, de por sí tengo problemas con ella!’ Entonces empezó a contar historias de la familia ahí, adentro de la tienda de artesanía. Platicamos de cada pieza y ella fue escogiendo algunas, se llevó un chimalli con turquesas y oro, que es un prendedor, aretes y anillo, son reproducciones en pequeño, después de eso me dijo, quiero también los aretes, pero no quería de los que se cuelgan, porque ellos no se perforan la oreja, y yo ya sabía de eso y llevaba unos aretes como los que quería, y le pregunté, ¿quiere también el anillo? No, no eso no, no voy a usar un anillo así”.
Fue tal la confianza que lograron en aquel momento que continuó hablándole a su nueva amiga sobre sus hijos, algo que no hacía con cualquier persona.
“Me platicó lo que era su vida, como no tenía nunca la libertad de estar hablando, como estaba hablando conmigo, sin problema de protocolo. Y yo feliz”.
Después de eso hubo una gran comida en la iglesia de Santo Domingo, le hicieron un mole sin picante para que pudieran degustar a gusto. Aunque sí le picó.
“Era increíble verla, porque estaba comiendo con guantes. Yo también fui invitada al banquete, pero me senté en una mesa muy lejos, y yo veía que ella comenzó a hacer unas señas a donde yo estaba, pero no sabía a quién llamaba, después vino un joven y me dice: ‘¡La reina le está llamando!’ Me levanté, fui a verla y me dijo: ‘¿Se acuerda que compré el prendedor y los aretes? ¡Quiero el anillo!’. De que número es usted, le pregunté, y me dijo: ‘No sé, porque eso me lo hace mi joyero’. Claro, era la reina, no se preocupaba por esas cosas”.
Al finalizar su encuentro, la reina Isabel II le dijo a Luz Elena que la llamara cuando fuera de viaje a Inglaterra, para tomar juntas el té.
“Ya parece que le iba a llamar, ¿qué iba a decir?”, platicó entre risas Luz Elena, pero feliz de recordar esta historia.