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Con una pieza monumental de cinco metros que representa, en una forma circular, al Sol de la Muerte, inicia el proyecto Mictlán. Camino al inframundo, una representación del andar que debe transitar un difunto para desprenderse del cuerpo y entregar su alma.
En esta propuesta para Día de Muertos, en la que trabajaron las secretarías de Cultura y Turismo del Municipio de Querétaro, se unen piezas escultóricas de gran escala, trabajo de Raúl Velasco, y proyecciones audiovisuales, obra de Daniel Emba.
Piedad Martínez, coordinadora del montaje, describe a Mictlán. Camino al inframundo como una experiencia lúdica y enigmática. Y para realmente conocerla, propone que los visitantes acudan tanto en el día como en la noche, porque son dos vivencias distintas. En la noche la atracción se centra en las proyecciones digitales que tienen sonidos prehispánicos, logrando un ambiente misterioso.
En el día se presta a una visión más lúdica, pues la mirada se centra en las monumentales piezas escultóricas; los niños son los más sorprendidos y con total inocencia se acercan a mirar de cerca, los más valientes se atreven hasta tocar y tomarse la foto junto a los grandes xoloitzcuintles, los guías y acompañantes del difunto en este camino.
El proyecto se basa en investigaciones, principalmente del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, también en la narrativa de Azalea Monterrubio, de su libro Rumbo al Mictlán.
En el recorrido, que comienza desde el andador Madero (a la altura del Jardín Guerrero), se incluyen diferentes símbolos de la cultura prehispánica, símbolos que con el paso del tiempo se han familiarizado, algunos cambiado o transformado.
“Como el agua, el parto, la agricultura, que realmente seguimos nosotros alimentándonos de ellos”, explica el antropólogo Juan Carlos Montes, quien también participó en el equipo de especialistas del proyecto.
Con énfasis en la era prehispánica
En México, la festividad de Día de Muertos es una de las tradiciones más arraigadas, pero la celebración se enfoca más a las costumbres establecidas después de la conquista española. Y al hablar del Mictlán, la mirada se centra en la cosmovisión prehispánica.
“Culturalmente hablando, desde la historia y lo tradicional, estamos muy acostumbrados a tener una festividad de Día de Muertos anclada en un periodo posterior a la conquista, en ese aspecto nos parecía sumamente valioso poder trabajar todo el periodo prehispánico, principalmente la cultura náhuatl, en eso nos basamos [para] la simbología; y por lo que hemos visto, sí hay un nivel de asombro, ahora en el montaje lo vimos, las personas nos han preguntado sobre los jaguares y los perros, entonces existe este nivel de asombro porque hay un interés del reconocimiento desde lo ancestral y desde la cosmovisión de la cultura mexicana”, detalla Piedad Martínez.
Son cinco los estadios del Mictlán representados de manera tridimensional, y cuatro de forma digital.
Después de pasar el Disco de la Muerte, que alude a la puesta y salida del sol, un ciclo de muerte y renacimiento, está una ofrenda elaborada por personal de las Casas de Cultura de la Secretaría de Cultura del Municipio de Querétaro.
Luego, ocho perros xoloitzcuintles, que pertenecen al Apanohuaya (pasadero del agua), reciben a los visitantes. El siguiente nivel, con arte digital sonorizado, emula al Tepétl Monanamicyan (donde las montañas que se juntan); además de 16 pedernales monumentales que representan al Iztepétl (montañas de navajas).
El muro de piedra obsidiana que alude al Yeehecayan (lugar del viento de obsidiana); y el arte digital sonorizado para representar el Pancuecuetlayacan (lugar donde hacen mucho ruido las banderas).
Además se aprecian 100 flechas de palo de madera que refieren al Temiminaloya (lugar donde la gente es flechada); cuatro jaguares y tres corazones de fibra de vidrio, que presenta el Teyollocualoyan (lugar donde los jaguares comen el corazón de la gente).
El Itzmictlan (lugar de la muerte de obsidiana) a través de arte digital sonorizado; las estatuas monumentales de Mictlántecuhtli y Mictecacíhuatl, para representar el Chicunamictlan.
Aunque el montaje sí tiene un recorrido lineal, no es forzoso seguirlo. El proyecto fue creado también pensando en establecer un diálogo con el espectador, y aunque es un montaje a plena calle, se pensó con ejes curatoriales y museográficos.
“Cuando hablo de espacio museal no hablo de un espacio de museo, sino un espacio de representación, entonces el espacio público es un espacio museal y en este caso hay expertos potencializando un discurso”, expresa Juan Carlos Montes.
Y el recorrido finaliza, antes de llegar al Jardín Zenea, con la representación del muro Tzompantli, que significa “muro, hilera o bandera de cabezas”.