Poco a poco llegan al templo de la Congregación, al igual que a otros templos de la capital queretana. Son feligreses que llevan a sus mascotas a bendecir en la fiesta de San Antonio Abad.
En La Congregación la invitación se hizo el domingo pasado durante las misas, explica Claudia, quien lleva en brazos a Raymond, un Terrier Escocés de seis meses que llega bien abrigado, por aquello de las bajas temperaturas de las tardes queretanas.
La mujer dice que es muy católica y por eso le gusta bendecir todos los años a sus animalitos. Este año le tocó a Raymond. En otros años fueron otras mascotas. “Si bendice uno un objeto, por qué no bendecir a un animalito que tiene vida. Ellos nos dan mucha alegría, sobre todo el perro, es muy noble”, señala.
A los pocos minutos llega otra mujer, es Verónica García. Lleva a dos perros. Pregunta si ya fue la bendición de las ma
cotas. Le dicen que no. Se sienta en las escaleras del atrio de la iglesia. En unos minutos se reúne media docena de devotos acompañados de sus mascotas.
El sacerdote sale acompañado de una mujer que lleva el agua bendita. En este templo no llegan otras mascotas más que canes. En otros sitios llegaron “hasta con el perico”.
El sacerdote recuerda lo que dice la tradición: San Antonio Abad se retira del mundo para vivir su espiritualidad “fuga mundi” en las cuevas de Egipto. Ahí su única compañía era la de los animales. En el caso de San Antonio, tenía un cerdo.
Luego, un breve homilía donde dice que “los animales creados por Dios habitan el cielo, la tierra y el mar, y comparten la vida del hombre con todas sus vicisitudes”.
Humanos y perros escuchan con atención, en su mayoría. Un perro quiere ir a jugar con otro que está en otro extremo del atrio, Otro está inquieto por allá. Uno más quiere jugar.
Se recuerda que los animales fueron salvados de las aguas del diluvio y luego quedaron dentro del pacto establecido con Noé.
El sacerdote recuerda que en muchas ocasiones se usa la figura de los animales en lo divino. Desde el cordero pascual, hasta la paloma del Espíritu Santo. Un gran pez salvó a Jonas y unos cuervos alimentaron al profeta Elías.
“Al invocar la intervención de San Antonio Abad la bendición de Dios sobre estos animales, alabamos al creador de todo y démosle gracias”, dice.
Luego, lee un fragmento del Génesis, precisamente el inicio de la creación, cuando se crearon el cielo y la tierra y se llenaron de animales la tierra, el mar y el cielo. Eso en el quinto día.
Tras la lectura, el cura procede a la bendición de las mascotas. Uno de estos perros ladra sin parar a los canes que tiene cerca. Luego de un rato se calma. El sacerdote, tras terminar la lectura del Génesis procede a bendición. Moja con agua bendita a los perros. Uno de ellos, tras sentir la mojada se sacude para secarse. Su dueña ríe con el movimiento del animal.
Muchos son los fieles que llevan a sus mascotas en brazos. Son perros de raza pequeña y prefieren llevarlos así a dejarlos en el suelo o muy cerca de otros perros de razas más grandes.
Los canes lucen tranquilos en su mayoría. Están bien socializados y saben interactuar con otros de su especie.
Luego de la bendición, Verónica García explica que es el quinto año que acude con sus perros, para cumplir con la tradición. Apunta que como queretana recuerda que de niña veía cómo en este día llevaban a los animales a bendecir a los templos.
“La verdad es que nunca falto. Todos los 17 de enero vengo con mis perritos, y me da confianza en que nos va a ir bien en salud con los perros y que todo irá bien”, dice sonriente.
La mujer se retira feliz del templo, con sus dos perros ya bendecidos.
Algunos otros fieles llegan unos minutos después de que se llevó a cabo la ceremonia. Alcanzan también bendición por parte del cura.
Estela Sánchez se sienta en las escaleras de La Congregación mientras pide que le tomen una fotografía. Luego comenta que el sábado se enteró de la bendición de los animales el día de San Antonio Abad.
“Hace muchos años iba con mi mamá, cuando era muy pequeña, en México. Pero creí que se había perdido la tradición, pero que bueno que todavía existe”, comenta.
Estela lleva a dos perros: uno de 13 años, mientras que el otro apenas tiene tres años.
Agrega que espera que esta tradición siga viva, pues ve a pocos animales que respondieron a la convocatoria, al tiempo que hizo votos para que cada vez más personas y animales se sumen a esta tradición.
La salida amerita un paseo luego de ir a la iglesia. Algunos de los amos con sus perros pasean por la Plaza de Armas. Disfrutan de la temperatura fresca de la tarde bajo la sombra de los árboles que rodean la plaza.
Otros toman rumbo para su casa. Son vecinos de la zona y aprovechan la cercanía con el templo.
Aprovechan también, de igual forma para platicar con conocidos que se encuentran en el lugar. Charlan de las mascotas, de las anécdotas diarias, de los problemas que quizá se tienen en el día a día. De alguna manera los animales colaboran en el ejercicio de hacer comunidad.