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Los colonos, con sus recursos, brindan alimento y agua a las aves, mientras que a las autoridades les piden que coloquen topes para disminuir los percances con los patos, y que limpien las aguas del canal donde están los animales.
Una familia de patos cruza la avenida. Dos autos avanzan por la vía. Los vecinos corren para advertir a los automovilistas. Se colocan entre los vehículos y los patos. Los conductores disminuyen la velocidad.
Ese, dicen, es el pan de cada día en la calle Montenegro, en Juriquilla, en la parte de atrás del club de golf. Los patos cruzan de un cuerpo de agua a otro, a pesar de que la presa Juriquilla está cercada y por fuera, el agua tiene un olor pestilente.
María Fernanda Trillo e Inés Acevedo, ambas vecinas del área, explican que los patos no pueden nadar en los canales que se ubican detrás del club de golf. El agua está sucia, estancada y llena de lentejas de agua.
Incluso, residentes de la zona se han tenido que llevar a casa a algunos ejemplares heridos o, incluso, a las patas con sus crías, pues en esta temporada del año la especie entra en celo y los patos se tornan violentos no sólo contra otros rivales, sino también con las hembras.
Algunas vecinas aprovechan la estadía en el sitio para alimentar a los patos. Les dan maíz y dejan agua en diferentes recipientes colocados a lo largo de la orilla del canal.
Dicen que antes tenía unos chorros que servían para oxigenar el agua, pero que de un tiempo a la fecha desaparecieron porque no se encienden las bombas que hacen ese trabajo.
“Cerraron el paso del agua. Pasaba el agua y se movía, pero cerraron el paso al lago. El agua corría. El agua ahora está anegada”, abunda.
Eduardo Limón León, esposo de María Fernanda, comenta que todos los vecinos están preocupados.
“Presentamos una denuncia popular, para que evitemos que sigan atropellando a los patitos, que tengan un agua que puedan tomar, que esté más o menos limpia.
Notamos que con razón o sin razón, se cortó el canal que desembocaba en la presa El Cajón. A quien haga eso le corresponde una pena. Hay un delito cometido aquí. Lo que hay que hacer para resolver esto, es tratar las aguas de aquí, resolviendo esto desde la cañada de Santa Rosa todos los drenajes que están contaminando este canal”, comenta.
María Fernanda agrega que el agua estancada no sólo es un foco de infección para los patos y la fauna de la zona, también lo es para los colonos, principalmente para los niños que acuden a la zona.
Eduardo recuerda, a la vez, que los patos llegaron de manera natural a la zona, son animales silvestres, entre ellos hay una especie canadienses que llegaron en una migración. Ellos, como residentes de la zona, deben de cuidarlos y respetarlos.
María Fernanda añade que vecinos de las diferentes colonias, organizados en una asociación en ciernes, se turnan para llevar alimento y agua a las aves. Además, se encargan de colocar letreros indicando a los automovilistas que reduzcan su velocidad por el cruce de los patos, y en otros más invitan a las personas a no molestar a los animales.
Eduardo precisa que buscan también el apoyo de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), para que a través de las facultades de Veterinaria e Ingeniería, tanto para poder brindar atención a los patos como para ver la forma de tratar las aguas, en el caso de los ingenieros.
A la par de la importancia de sanear las aguas, en donde algunas aves encuentran la muerte al no poder salir ya por la cantidad de vegetación y basura, colocar reductores de velocidad es igual de importante, subraya María Fernanda. Todos los días muere al menos un ave atropellada por los automovilistas que circulan a exceso de velocidad en la avenida.
“Lo más importante es devolverle algo a la naturaleza. La naturaleza es espléndida y es espectacular. Nos da tanto con tan poquito. Tantito llueve y todo se pone verde otra vez. Es darle un poquito a la naturaleza, darle un poquito de agradecimiento y resarcir el daño que le hemos hecho a este planeta”, destaca.
Además confía en que con presión social y organización se puede hacer algo por rescatar este “pedacito” de naturaleza y, a su vez, lograr que las autoridades volteen a ver este sitio para preservarlo.
Los vecinos comienzan a retirarse, al igual que los alumnos de un colegio cercano que también se suman a la protección de los patos. Un grupo de niñas guardan sus cartulinas pidiendo el cuidado y protección de los patos de la zona, con quienes los vecinos conviven en paz.