A la 4T le están regresando los problemas como bumerán. En la última semana se han presentado dos sucesos que han demostrado las consecuencias por la inacción del gobierno: las manifestaciones por la tragedia de Ayotzinapa y la violencia desmedida en contra de las mujeres.

Por un lado, el tema de Ayotzinapa está regresando a los reflectores con más fuerza que nunca. Y es que los padres de los 43 desaparecidos han alzado la voz para reclamar la falta de “tacto” y cercanía del gobierno federal. Ha sido cuestión de horas para que la ausencia de diálogo pasara de los reclamos a la violencia. Desesperados por la falta de atención, los normalistas de la escuela rural se manifestaron a las afueras de Palacio Nacional y, con una camioneta, tiraron una de las puertas del recinto, algo que, según historiadores, no había sucedido desde la intervención norteamericana en 1846.

Pero, lo más extraño es que ni en los momentos más álgidos de la tragedia, los manifestantes tomaron una posición tan radical. ¿A qué se debe? El reclamo, en voz del representante legal de los normalistas, ha sido el distanciamiento del gobierno. Lo dijeron enfáticamente: el presidente ha claudicado en la investigación.

Muchos analistas apuntan a que el gobierno de la 4T jugó con la tragedia. Se hicieron promesas vacías y se aprovechó el dolor de las familias para lucrar políticamente. De forma irresponsable, se tendieron expectativas inalcanzables y se hicieron compromisos que muy pronto se olvidaron. La consecuencia: una turba iracunda que exige respeto y, sobre todo, justicia.

Y si todo esto no fuera poco, se dio otra tragedia de un joven normalista que fue ultimado por policías de Guerrero, lo que ha enturbiado mucho más el contexto.

Por otro lado, están las miles de voces de mujeres que salieron a las calles exigiendo respeto y justicia este 8M. Cinco años han pasado desde que esta administración federal asumió el poder y, hasta el momento, las mujeres no han encontrado apoyo, cobijo ni atención a la violencia feminicida que persiste.

No se trata de un hecho aislado o focalizado, sino de la constante indiferencia institucional con la que tienen que lidiar las víctimas todos los días. Y también, para complicar más el tema, están los hechos de represión policial que se vivieron en estados gobernados por la 4T, Zacatecas y Colima, donde los elementos de las fuerzas de seguridad arremetieron exageradamente contra manifestantes.

Sin duda, este fin de semana fue complicado para la 4T, pero en lugar de limar asperezas y buscar soluciones, su postura fue, como siempre: buscar “moros con tranchetes”.

Para el jefe del Ejecutivo todo es parte de un complot que busca desestabilizar al país y crear un ambiente de caos. La “derecha”, los “conservadores”, los “neoliberales”, y cualquiera que no comulge con su posición, está detrás de esas manifestaciones. “Todo es parte de un plan orquestado desde el exterior, medios de comunicación, empresarios y políticos”, ¿será?

Me parece que todos esos pronunciamientos son una nube de humo para distraer la atención o peor, encubrir sus errores. La realidad es que este gobierno ha sido distante e indiferente a las causas del dolor humano. Quienes se manifestaron estos días no perseguían un fin político, ni mucho menos económico. Son la clara voz de impotencia y dolor ante un gobierno frío y distante, un gobierno que no atiende ni entiende la agonía de quienes viven sin justicia. Si a eso le podemos llamar complot, me parece que las definiciones no están muy claras en la 4T, valdría muy bien recordárselas en los próximos meses.

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