El próximo 2 de junio se juega el destino de México. Las alternativas que se presentan (dictadura o democracia; continuidad o cambio; destrucción del país o reconstrucción y progreso) demandan que los mexicanos acudan a las urnas y emitan su voto útil o estratégico, que no es otra cosa que un voto razonado y determinado.

La polarización existente, impulsada en gran parte desde Palacio Nacional por López Obrador; por el hartazgo con los gobiernos de ineficaces panistas, los corruptos priístas y los mentirosos, corruptos e ineficaces morenistas, motiva a muchos mexicanos a no votar; invalidar su voto cruzando la boleta; sufragar por personas que no están en la boleta; o bien, poniendo mensajes que expresen su frustración y enojo.

Estas expresiones estériles (voto inútil) no corresponden al esfuerzo por acudir a las urnas y expresarse. Más que ser el resultado de un trabajo de análisis y reflexión, son expresiones emocionales que tienen incidencia negativa en el proceso electoral por beneficiar a un partido, candidata y proyecto (el de Morena) que puede resultar contraproducente con el bien que se desea.

Para quienes piensan que basta con testimoniar el hartazgo, vale la pena aclararles que estas expresiones no son computables, como sucede en los plebiscitos (que buscan aprobar o rechazar una determinada situación propuesta o cuestión política o legal), por lo que lo mejor es ejercer el voto útil o estratégico.

El voto estratégico es proactivo e inteligente porque considera y armoniza el propio bien y el de los demás en tres dimensiones: los principios morales; necesidades y deseos personales y el bien del país (el bien común), de suerte que busca mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos, no solo de un grupo o sector.

La democracia es una cultura que no se agota en un día ni únicamente con el voto. Este sistema concilia la diversidad de intereses y se construye todos los días. Su objetivo no solo es representar la multiplicidad de voces sino encausarlas a conseguir el bien general: las condiciones que permitan a cada persona y a todas, mejorar sus condiciones de vida.

Quienes eligen el voto inútil suelen aislarse —consecuencia de su ira o decepción—, aunque resulte infructuoso. Su ineficacia puede remontarse a través del voto estratégico, que no es otra cosa que saber qué se quiere y optar clara y decididamente por ello. Y, complementariamente, participar en las asociaciones sociales que representan sus principios e intereses para construir posibilidades de progreso, a través de acciones que supervisen y evalúen la labor de los gobernantes.

El voto libre implica no ser víctima de las manipuladas encuestas que dan ventajas exorbitantes a una candidata o partido, con el propósito de desanimar el sufragio de los pusilánimes o avasallarlos, sin considerar sus intereses.

El voto inútil puede satisfacer momentáneamente los deseos de venganza, pero no beneficia a la democracia, ya que en esta circunstancias solo favorece a Morena.

Votar es una decisión personal que afecta directa e indirectamente a la comunidad. Exige responsabilidad con los demás; entre lo que se quiere para sí y lo que se desea para los demás. No es un juego, es un deber y un privilegio que tiene consecuencias muy serias con el destino de quienes comparten nuestro tiempo, y también el de las futuras generaciones.

Por ello, lo mejor es desechar el voto inútil y convertirlo en estratégico. México lo agradecerá.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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