Desde la edad antigua se extrae un colorante rojo de las raíces de la rubia roja (rubia tinctorum). Una planta autóctona y originaria del este de Asia y de la zona Mediterránea. La flor es muy pequeña y de un tono amarillo verdoso y la raíz es cilíndrica y carnosa y de un tono amarillo rojizo. Las plantas de granza son poco atractivas pero sus raíces rosáceas, una vez secas, machacadas, molidas y pasadas por un tamiz, proporcionan un pigmento polvoriento de color naranja pardo que ha venido usándose para producir rojo desde tiempo inmemorial. Las sustancias colorantes en la raíz de rubia (Rubia tinctorum L.) son principalmente alizarina, purpurina y pseudopurpurina y/o purpurina llamada rosa rubia o rosa madder, menos famosamente conocido como tinte shadesuish (laca de alizarina)

Ya se utilizaba en Egipto, desde aproximadamente el año 1500 a. C., y se han encontrado telas teñidas con raíces de plantas en la tumba de Tutankamón. Plinio escribió sobre su importancia en el mundo clásico y se descubrió entre los enseres fosilizados del taller de un fabricante de pinturas en las ruinas de Pompeya. Una vez que se extendió el uso de los mordientes, que hacían el tinte de granza más duradero, su influencia creció aún más.

Las telas de chintz de la India se imprimían con alizarina, se usaba para teñir los vestidos de novia de la Edad Media con la adecuada tonalidad festiva de celebración, y también se empleaba como alternativa más barata al rojo cochinilla. Asimismo podía usarse para hacer pintura rosa de granza, un brillante pigmento de un tono rosa rojizo que George Field alaba con entusiasmo en su libro Chromatography. En 1804, el químico Field descubrió que era posible elaborar pigmentos a partir del colorante. Para ello, por medio de una reacción química, el colorante se fijaba en una sustancia incolora que no se disolvía en los aglutinantes mencionados. A tal pigmento se le llama “pigmento lacado”. De ahí proviene el nombre Laca granza, debido a que el colorante de la raíz de la rubia roja transformado en pigmento lacado. Al no disolverse, el color laca granza era también apto para las pinturas espesas.

Ahora bien, se podía ganar mucho dinero con el rojo alizarina. Durante mucho tiempo, los turcos tuvieron el monopolio de un método especial de utilización de la alizarina para obtener un rojo tan brillante que casi podía eclipsar a sus rivales mucho más caros. En el siglo XVIII, primero los holandeses, luego los franceses y por fin los británicos descubrieron el maloliente secreto del rojo turco: un proceso tortuoso que implicaba el uso de aceite de castor rancio, sangre de buey y estiércol. Su intercambio ha debido de resultar poco menos que incalculable en valor. Para 1860, el valor de las importaciones del Reino Unido ascendía a 1 millón de libras anuales, pero a menudo la calidad del producto era mala. Y además se acusó a los franceses de adulterar su rojo alizarina con todo tipo de ingredientes, desde polvo de ladrillo hasta avena. Así pues, el coste se redujo de forma dramática también: para 1868, 100 medidas de peso del producto costaban 30 chelines, el salario semanal de un obrero. Al cabo de un año, la misma cantidad habría costado tan solo 8 chelines. Obviamente, esto se debió al descubrimiento simultáneo de Perkin en el Reino Unido y de tres científicos alemanes en Berlín del proceso de síntesis de la alizarina.

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