Hace 130 años comenzó a publicarse —por entregas semanales en Harper´s New Monthly Magazine— la última novela de Thomas Hardy: “Jude, el oscuro”. Trágica historia de un hijo de la clase obrera que hace hasta lo imposible —con el amor por ellas a cuestas— para alcanzar el reconocimiento académico de una prestigiada universidad británica.

La obra de Hardy se convirtió —al estilo de las de Dickens con la infancia— en un muestrario de época de la educación juvenil inglesa. Las generaciones del siglo XX disfrutarían y padecerían las penas del muchacho Fawley, como metáfora y personaje de los tiempos turbulentos de las guerras mundiales que a muchos marginarían de la esperanza y la gloria.

El irlandés Jim McCartney, futuro padre de Paul, creció en un ambiente en el que Jude Fawley era tan conocido como el Oliver Twist de Dickens. Jim sólo tuvo una desventura durante su infancia: cayó de una pared a los diez años y se dañó el tímpano derecho. Desgracia que le dejó una sordera permanente en ese oído. Pese al accidente, no perdió su talento innato para la música. Aprendió a tocar la trompeta y el piano por su cuenta, justo antes de la Primera Guerra Mundial, “en la que no participó por ser demasiado joven”. Luego formaría la Jim Mac Jazz Band, que determinaría el oficio del astro de Everton.

Poco antes de que The Beatles se disolviera, el 30 de agosto de 1968, Apple Records lanzó al mercado sus primeros cuatro títulos. Uno de ellos era “Hey Jude”, una canción que se volvería indispensable en los incalculables conciertos de Paul en todo el mundo, hasta ahora.

En aquel verano del 68, la relación de John Lennon con Jules, el hijo que había tenido con Cynthia, pasaba por un agujero en el océano. Norman cita a Maggie McGivern, antigua novia de McCartney:

“Paul tenía una muy buena relación con Julian. Los he visto jugar juntos durante horas en la piscina de John y Cynthia. A él le parecía horrible que John le hiciera a su hijo justo lo que su padre había hecho con él”.

Durante un viaje para visitar a Cynthia, Paul empezó a componer una canción para el hijo de Lennon que fuera consuelo para no abandonar la esperanza y, de ser posible, la gloria. Al principio, llevaba el nombre de “Hey, Jules”, pero en unos días se convirtió en “Hey Jude”, como eco de la trágica novela de Hardy.

Paul no estaba tan seguro del último verso: The moveement you need is on your shoulders (el movimiento que necesitas está en tus hombros). John reviró: es el mejor de toda la canción. Y así se quedó. Norman añade que “en años posteriores cuando la toca ante mares de rostros excitados, el recuerdo de aquel momento siempre le hace un nudo en la garganta”.

“Hey Jude” se estrenó en la televisión británica en el programa David Frost Show, con una interpretación que aparenta ser en vivo y con numeroso público, pero estaba pregrabada. Aún así fue el primer concierto de The Beatles desde 1966, y tuvo una audiencia colosal.

Julian tenía cinco años cuando “Hey Jude” se convirtió en himno de las siguientes generaciones. En “Jude, el oscuro”, Hardy narra:

“Ahora que Jude se hallaba en el lugar por el que tanto había suspirado se daba cuenta realmente de lo lejos que estaba del objeto de sus anhelos. Solo un muro le separaba de aquellos jóvenes de su misma edad con los que compartía las mismas inquietudes intelectuales; jóvenes que no tenían nada que hacer de la mañana a la noche sino leer, tomar notas, estudiar y asimilar. Un muro nada más...”

Desde 1928, Thomas Hardy descansa en el Rincón de los Poetas de la Abadía de Westminster. Jim murió en marzo de 1976. Sus últimas palabras fueron: “Voy a estar con María (madre de Paul) muy pronto…”

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