Querida “R.” ¿Te has detenido últimamente a mirarte en el espejo? Al hacerlo, ¿has podido “ver” más allá de lo que tus ojos te revelan? Inténtalo las veces que sea necesario.

Por afirmación y por negación, pero sobre todo pensando en tu formación ciudadana, también deberás ser capaz de ver “La Cosa Pública” a través del espejo, para entenderla mejor.

El mensaje

El espejo ha fascinado a la humanidad desde tiempos inmemoriales; vernos a nosotros mismos despierta nuestra curiosidad y construye buena parte de nuestra identidad. Su propósito en nuestra cultura seguirá siendo objeto de estudio y asombro.

Debo decírtelo: el espejo atrapa el alma de “La Cosa Pública”, pero también la confunde al reflejar vanidad y egocentrismo, reflexión y autodescubrimiento, realidad e ilusión. Lo hace revelando la verdadera naturaleza de unos y otros; de sus principales protagonistas: los actores políticos y, sí, también de quienes deberíamos serlo: de nosotros, los ciudadanos.

En el espectáculo del espejo, cualquiera puede verse reflejado en el otro: gobernantes en opositores; autoritarios en demócratas; doctrinarios en conversos; “panistas y priistas” en “morenistas”; candidatos en ciudadanos, y viceversa.

Siguiendo al psiquiatra francés Jacques Lacan, descubrimos que la construcción de nuestra identidad personal se produce mediante la captación de uno mismo en otros; es decir, nuestras relaciones con los demás son reflejos o proyecciones de aspectos de nuestra propia personalidad.

Así que, querida “R.”, la próxima vez que veas a un candidato o gobernante, míralo a través de tu espejo: ¿algo de ti se refleja en él?, ¿algún rasgo de tu personalidad?, ¿algo que te agrada o desagrada de ti misma?

Al hacerlo, entenderás mejor por qué la empatía se antepone a la razón en el ideario de “La Cosa Pública”. Pues tal como nos lo han enseñado nuestros vecinos del norte por medio de la “prueba de la cerveza”, al elegir con qué candidato preferirías sentarte a tomar una hipotética cerveza, revelarías también el sentido de tu preferencia electoral —mayormente dominada por razones de simpatía—.

En el fondo, te invito a cuestionar tu propia percepción a través del espejo. Aléjate y acércarte a él para reconstruirte: para repensar todo lo que sabes o crees saber de ti; para entender lo que produce en ti la imagen y el reflejo del otro; para “cambiar tu lente”, encender tu razón y ajustar tu perspectiva las veces que sea necesario.

No te olvides de Paul Auster, ni de su diario, ni de su invierno: “todos somos extraños para nosotros mismos, y si tenemos alguna sensación de quiénes somos, es sólo porque vivimos dentro de la mirada de los demás”.

La despedida

Querida “R.”: recuerda que tu percepción forma parte de un proceso dinámico en constante evolución. Como Alicia, quizá descubras que lo que está del otro lado del espejo sea sólo un sueño; cuestiónalo, reflexiónalo, toma distancia y después abrázalo; al hacerlo, mejorarás “La Cosa Pública”.

La firma

Tu amigo: “El Discursero”

P.D. En espera de la próxima carta, deshazte del sobre amarillo.




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