La evolución de muchas ciudades en México y en otras partes del mundo es de suyo muy interesante, entre otras razones, por la forma en que se han ido desarrollando y creciendo conforme pasa el tiempo y de acuerdo a las circunstancias de su historia en particular, la que se ha ido tejiendo día con día al paso de los años y de los siglos.

Particularmente, los cascos históricos reúnen por obvias razones la mayoría de anécdotas y eventos al ser lugares donde poco a poco se fue dando la mayor concentración habitacional y por una mayor difusión de información comunitaria. La arquitectura, tanto en la ciudades como en otros espacios fuera de ellas, son testimonios del establecimiento de comunidades desde la antigüedad y hasta nuestros días, tales como sitios arqueológicos, ranchos, haciendas, templos, conventos, casonas, palacios y más, guardan en sus paredes con celo y discreción, muchas de las historias de quienes los fueron habitando al paso de generaciones.

Para fortuna nuestra, hubo quien dejara huella en libros, documentos, expresiones artísticas y más tarde en fotografías que han permitido que continúen en la memoria de las generaciones actuales.

Los edificios y muchos objetos y mobiliario dentro de los mismos, son también el reflejo de los estilos, gustos y costumbres que la gente de aquel entonces hacía propios para formar parte y destacarse en la comunidad.

Así, tal vez con intenciones o sin ellas, las ciudades van adquiriendo su carácter propio. Hay ciudades milenarias que nos impactan de una manera distinta a las centenarias, sin que, por ello, éstas sean menos importantes. La conservación del patrimonio arquitectónico y cultural de los pueblos, ha sido una de las acciones más importantes de la propia humanidad, con la lamentable salvedad de la barbarie de las guerras y en ocasiones de la sinrazón por el impacto de la soberbia de quienes ostentan el poder para decidir destruir lo que jamás podrá restituirse de nuevo.

Los lugares antiguos, a pesar del silencio de sus paredes, suelen hablarnos sobre su pasado y de quienes los construyeron y habitaron, a pesar que la historia personal de la mayoría de esa gente se perdió en el olvido, que perdona solamente a unos cuantos.

Cuántas ideas y emociones fraguaron realidades que se llevaron a cabo entre los gruesos muros de lo antiguo. Cuantas otras magníficas construcciones se han convertido en piedra y lodo por el impacto de la naturaleza o de los despropósitos de otros. En los que aún siguen de pie, surgen las anécdotas, las leyendas y los mitos que hacen destacar una ciudad ante propios y extraños. Aún, en estos tiempos en los que vivimos de prisa, conocer, valorar y admirar esos testimonios del talento de quienes vivieron en otro tiempo y circunstancias muy distintos a los de hoy, nos permite mantener y fortalecer nuestra propia identidad y nuestras razones de pertenencia a una comunidad.

Que las tantas y tantas urgencias que tenemos la mayoría en este tiempo, no nos impidan voltear un poco a nuestras ciudades y a su historia, hacerlo es honrar la memoria de muchos hoy olvidados, pero que su obra aún perdura en nuestras calles y en esos lugares que nunca dejan de emocionar a quienes los miran y escuchan con atención en ese silencio que habla del mundo y de este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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